12 de febrero de 2008

Criaturas que aparecen en primavera

Esta mañana he estado en uno de esos institutos que me tocan de vez en cuando en los que sientes ganas de no salir más de casa. Aclaro que cuando un encuentro entre alumnos y escritores va mal suele ser culpa del profesorado, nunca de los alumnos (y menos de los escritores, porque os aseguro que hacen falta ganas para ir por ahí predicando la buena nueva de la literatura entre los alumnos de secundaria).

A los chavales que me escuchaban les he contado mi primer encontronazo con la literatura erótica. La cosa estaba encuadrada en la parte de la charla titulada: "Libros que me apetecía leer de adolescente y libros de los que huía nada más olerlos". Entre los que más me tentaban de todos los libros que aún no debía leer (yo les llamo genéricamente, los libros "aún no") estaban los de la colección La sonrisa vertrical. Los compraba con mi paga y los leía a escondidas, muchas veces bajo las sábanas. Era tan ingenua que ni siquiera sabía lo que significaba el eslógan de la contracubierta: "una colección para leer con una sola mano". Me pasé bastantes ratos preguntándome por qué se dirigía a los mancos aquella colección tan simpática.
Debo aclarar que, a diferencia de lo que les ocurre a los chavales de hoy, yo no había gozado de una educación sexual nada completa.
Con semejante preparación, la lectura de los libros de las tapas rosadas eran para mí una especie de universidad en la materia, donde aprendí cositas muy útiles que con el tiempo terminaron por serme de gran provecho. Una vez cayó en mis manos un libro de relatos cuyo título y autora he olvidado por completo (qué cruel es la posteridad) en cuyo primer cuento se explicaba la siguiente historia: una mujer se dispone a fregar el suelo de su casa, para lo cual abre de par en par la ventana del salón. Cuando está a cuatro patas sobre las losetas, con la bayeta en la mano (muy a la antigua usanza), ve entrar revoloteando por la ventabna un pene alado. Semejante anuncio de la primavera le causa tan gran emoción que se lanza a la caza de la criatura, con quien muy pronto entrará en lúdica interacción.
¿Podéis imaginar los efectos que tan imaginativa aventura tuvo sobre la desinformada chiquilla que yo era entonces? Pasé una buena temporada pensando que los penes poseían la capacidad de levantar el vuelo en cualquier momento, y mirando hacia la ventana por si la primavera traía a alguno de ellos a anidar en el alféizar. Menos mal que salí de dudas antes de ver el primer pene de mi vida, o hubiera hecho un ridículo espantoso animándole a hacer aquello que yo sabía que podía hacer.


En fin. De una versión resumida y desapasionada de esta historia, y muchas otras cosas sobre pasión lectora, hemos hablado esta mañana con los alumnos que os decía. Sus risas y su atención han hecho, como siempre, que todo terminara valiendo la pena. Y la visión del Atlántico, con Rota y Chipiona al fondo, que tengo desde la habitación del hotel, compensan el resto.
Seguro que mañana será más fácil que las cosas salgan bien.

En la imagen, tomada hace 15 días, otra aparición primaveral: las flores de los almendros de Can Bruguera, en Mataró, que siempre son las primeras en salir.

4 comentarios:

Fernando Alcalá dijo...

Jo, Care, no seas tan dura con nosotros, que los profesores nos esforzamos mucho por que estas cosas vayan bien, pero hay veces que simplemente no eres capaz de controlar a tanta hormona junta.

¿Y a Extremadura no vas a venir nunca? Te acogeremos con los brazos abiertos ;)

Anónimo dijo...

A Extremadura, voy en marzo, Fernando. ¿Dónde estás tú?

Fernando Alcalá dijo...

Estoy en Cáceres, Cáceres capital, pero si vas a algún instituto de la región o a alguna charla, me encantaría ir ;)

Anónimo dijo...

Mi pene bi-alar, entra por las ventanas, se detiene dentro de la casa limpita, revoletea.

Por dónde vino, viene, se va.


Supongo les dirías que masturbarse es malo. Es necesario decirse. Debe hacerse. Importántisimo.