Si todos los humanos perecíéramos hoy,
en este mismo instante,
las cloacas tardarían un día en desbordarse.
Se llenarían de agua todos esos canales
que trepanan el suelo que pisamos.
En apenas dos días estarían a oscuras
las ciudades más grandes del planeta.
(Sería el primer signo, feroz, de nuestra ausencia:
respiraría el mundo, sumido en la tiniebla
que nos halló al nacer.)
En unos días
perderían el miedo los mil depredadores
que aprendieron a golpes a temernos.
Nuestras casas serían alimento de ratas,
cobijo de rapaces, festín para los cánidos,
madriguera de lobos y vivero de insectos.
(Aunque las cucarachas, pobrecitas,
estarían de duelo sin nosotros
al menos unos días. Luego, se apañarían).
Una sola colonia de termitas
podría devorar mi biblioteca entera
en unas pocas horas. Y esta catástrofe
sería solamente un anticipo.
Seguirían los líquenes, los musgos,
las humedades desgarrando piedras,
los óxidos royendo la entraña del acero.
Por no hablar del feroz mejillón.
(¿no me diréis que no oísteis hablar
de ese molusco cruel que todo lo devora,
el apoteósico mejillón cebra?.
Pues sí, el fin del mundo llevaría su rúbrica).
Las yedras borrarían los contornos
de acero y hormigón que construimos.
Y mientras los colosos se venían abajo,
sin testigos ni alarma,
hallarían su cauce los arroyos,
poblarían el cielo colonias voladoras,
treparían las plantas sobre nuestra cochambre.
Y los árboles nuevos
darían nueva sombra en un mundo sin gente
donde ningún ruido sería de palabras
ni de bombas, o cláxones, o aplausos.
Donde ni nuestras obras podrían recordarnos.
El mundo volvería (en unos pocos años)
a ser lo que fue siempre. Un vergel de salvajes,
el mejor de los sitios para una raza única.
Un hermoso jardín
listo para ser pisoteado.
Y nosotros, que fuimos un azar
por quien nadie pregunta,
sólo poseeríamos olvido
la estúpida memoria del que nunca existió.
Las imágenes son del artita Carl Wagner.
2 comentarios:
Precioso poema, Care. Felicidades.
Un blog muy prometedor.
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