Con el paso del tiempo, cada vez me cuesta más trabajo hacer listas de deseos de cara al año que entra. Sin embargo, como soy mujer de rituales, incluidos los más cursis, me resisto a dejar escapar el año sin haber meditado un poco acerca de lo que espero del siguiente.
De modo que me dispongo a cumplir con esta ceremonia absurda, como cada día de fin de año. Sé que mis listas de deseos se han vuelto realistas, prácticas, humildes y, sobre todo, breves. Realistas porque, si alguna vez lo hice, hace mucho que no deseo nada que no esté a mi alcance. La Luna está bien donde está.
Prácticas porque ya no afeo mis deseos con los clásicos "sacarme el permiso de conducir" o "perder diez kilos". Hay que aprender a conformarse, tanto con lo que se es como con lo que no se es. Aboguemos por deseos que no nos hagan sentir mal ni nos carguen de obligaciones, por favor.
Humildes porque no deseo nada muy grandilocuente. Lo material no me interesa mucho (salvo las cuatro chucherías a las que soy adicta sin límite, algún día habrá que hablar de esas debilidades) y el dinero tampoco me quita el sueño. Mis deseos suelen tener que ver con paisajes soñados y personas lejanas. Aunque, pensándolo bien, esas cosas son, precisamente, mucho más inalcanzables si no tienes la suerte de contar con ellas.
Por último, la brevedad. Hace años en mi lista había diez deseos. Creo que alguna vez hubo quince. Ahora, con suerte, llego a los cinco o seis. Y ya no me propongo un número determinado. Terminados los deseos, cierro la lista.
En fin. Ha llegado el momento. Esto es lo que espero del nuevo año:
1. Quiero ver en los rostros de mis hijos la felicidad inolvidable que proporciona la sorpresa, lo desconocido, lo tantas veces soñado. Por ejemplo, la expresión de un niño al ver por primera vez la nieve es algo que difícilmente se olvida. Y, por supuesto, quiero hacer algo por tener algo que ver con ello.
2. Quiero acortar la distancia que me separa de algunas personas que me importan mucho. Quiero largas tardes de sol dorado para pasar en su compañía, en cualquier paisaje.
3. En mi lista de deseos siempre hay algunas ciudades a las que ir o regresar. Este año pondré Lisboa, Praga, Atenas, Florencia, Oslo, Estambul y, por supuesto, siempre Nueva York. Con una me conformo.
4. Que la novela que comenzaré a escribir a partir del 15 de enero no defraude todo lo que pienso de ella ahora que sólo existe en mi cabeza. Y que su escritura me proporcione nuevas sorpresas y muchísima emoción.
5. Y para el final lo más íntimo. Imagino a cuatro personas que adoro mirando por primera vez el mar desde cierta terraza y sé que ese será uno de los mejores momentos del año. Deseo que las emociones que viviremos ese día nos inspiren y dejen huella para el resto de nuestra vida.
FELIZ 2012, NAVEGANTES