El 18 de abril de 2007 entré en una cafetería, pedí un café y tomé el periódico La Vanguardia, que reposaba sobre el mostrador. Leí la entrevista de la contra, donde hablaba un señor que se definía a sí mismo como "inventor de sopas" y que trabajaba para Knorr. Se llamaba Jaume Drudis ("cocinero, dedicado a la investigación y desarrollo de sopas y salsas"). Me pareció un tipo -y una ocupación- de lo más curioso. Leí lo que tenía que decirle al mundo, que era bastante y muy provechoso, como por ejemplo:
Hacer una gran sopa requiere control de detalle: un maridaje completo de todos sus ingredientes, una cocción extra, el mimo idóneo según qué hemos utilizado y extraer la espumilla y la grasa sobrantes... ¡Control del detalle!
"Más o menos lo mismo que una novela", me dije, al leer aquella declaración. Esta entrevista, que firmó Víctor Amela, me inspiró una conferencia que ofrecí poco después en Burgos, donde comparé ciertas novelas con ciertas sopas -demasiado claras y sin sustancia- y con ciertas otras -excesivamente espesas y recargadas-. Elogié el termino medio, como sopera que soy y como novelista que pretendo ser. Recuerdo que entre el público estaba la madre de un buen amigo escritor. Cuando aquella noche su hijo le preguntó cuál había sido el tema de mi charla, la mujer le dijo, ni corta ni perezosa: "Las sopas". Creo que quedó sorprendido.
La entrevista con el señor Drudis me dio también para cierta escena de Habitaciones cerradas, entre Modesto y su hija Violeta. Cenan en un restaurante, él le cuenta a ella que Polonia es el país más sopero del mundo, porque sus habitantes toman dos platos de sopa al día, el 16 por ciento de lo que ingieren. Luego añade:
¿Y a que no dirías cómo se llama la más famosa? ¡La tentación de Jackson! Un nombre interesante, ¿verdad? No sólo para una sopa... (...) la receta lleva patatas, cebolla gratinada y arenques. (...) Ah, y se cocina en el horno.
Todo ello eran datos recopilados de la entrevista que acabo de citar. No guardé el recorte, sino que apunté los datos en mi cuaderno, donde siempre recopilo curiosidades y citas que me llaman la atención. Ahora, al recuperar la entrevista íntegra -¡viva la hemeroteca virtual de La Vanguardia!- observo que para Drudis la sopa de tan curioso nombre no era polaca, sino finlandesa. Poco importa ya una inexactitud más, la verdad. No altera el caso. Modesto, mi personaje, es un coleccionista de curiosidades y la cuestión sopera era lo bastante curiosa como para ponerla en su boca. Y eso hice (páginas 137-138 de la 1ª edición).
Pero he aquí que hace unos meses me escribió Karolina Jaszecka, mi traductora al polaco, para llamarme la atención sobre algo: En Polonia no existe ninguna sopa que se llame La tentación de Jackson. El párrafo en cuestión no tenía ningún sentido para los lectores polacos a quienes, precisamente, se aludía. Decidí solventar el problema y redactar de nuevo esa conversación entre Modesto y Violeta, que en Polonia saldrá en una versión ligeramente distinta a la original, por gentileza de Jackson y su tentación.
Al poco tiempo me escribió Johanna Svartström mi traductora al sueco con un problema parecido: en Suecia La tentación de Jackson no es una sopa ni nada parecido. Sin embargo, uno de sus platos más tradicionales se llama La tentación de Jansson y se prepara, precisamente, con los mismos ingredientes de la sopa que Modesto le refiere a su hija. De modo que tuve que volver a intervenir: redacté de nuevo el parrafito para los lectores suecos, utilizando parte del reelaborado texto polaco.
Conclusión: Para que todos nosotros, yo la primera, salgamos de nuestro craso error, encabezo esta entrada con una foto de la verdadera e inimitable Tentación de Jansson. No me diréis que no tiene un aspecto delicioso. Es mejor, de hecho, que no sea una sopa. Y lo cierro con la susodicha entrevista, en honor a la verdad, que también es inimitable.