31 de enero de 2013

El aire que respiras: si no me he descontado, faltan 19 días



Librería Palinuro. Libros leídos. Ni viejo ni usados. Palinuro era el piloto de la nave en que Eneas abandonó Troya, un tipo con una gran responsabilidad. Como lector, Rogés también era un clásico.
La persiana, a medio abrir. Pegado a un lado, un cartel escrito a mano: «Cerrado por vacaciones». Al empujar la puerta, el alborotado campanilleo de otros tiempos. «Toque de cliente», recordé que decía Antoni Rogés, a quien de pronto esperé encontrar en su rincón de siempre, atento y ajeno al mismo tiempo, como si la muerte no hubiera sido nada, un paseo, un entretenimiento, un modo de cambiar los aires densos de su negocio por otros más livianos.
El olor, el que esperaba. Olor a naturaleza en descomposición, a objeto que nos aguarda. Y en el interior mi amiga Virginia, veinte años después de la última vez, en vaqueros, camiseta rosa de tirantes con una diana en medio del pecho y una escoba en la mano.
—Llegas pronto —dijo— ¿quieres café?
—¿La cafetera sigue en la trastienda?
—Sí.
—Yo lo preparo.
—No, no te molestes —Virginia deja la escoba, se sacude las manos, marca distancias—. ¿Te gusta fuerte o suave?
—Suave, gracias.
Pensé que conservaba su aire de abogada pija de siempre. Los detalles la delataban. Al cuello, collar de perlas. En los pies, unas manoletinas horribles de charol blanco, a las que no les faltaba ni el ridículo lacito a cuadros. No me pareció un calzado muy apropiado para hacer limpieza.
—Estoy de inventario —contradijo mis pensamientos, como si hubiera podido escucharlos—. Hasta ahora no me había atrevido a tocar nada. Por si papá volvía.
—¿Y cómo te va?
—Fatal. 


* Las imágenes son de la verdadera librería Palinuro, en Medellín, Colombia, en la que me basé, en parte, para la de la ficción. Mucho antes, eso sí, escribí sobre ella aquí mismo:  De jugadores y partidas.

30 de enero de 2013

10 libros importantes

Hace unos días, la web El guardián de libros me pidió una nómina razonada de 10 libros que me hayan marcado como lectora y persona. Esto fue lo que dije, poniendo el acento en mis primeras lecturas.
Si queréis verlo en su ubicación original, haced click AQUÍ. 



1- La piedra lunar, de Wilkie Collins

Lo leí bajo las sábanas a los 11 años. Eso marca.

2- Rimas, de Bécquer
Dieron un toque trágico a mi adolescencia.

3- Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand
Durante años soñé con escribir algo parecido.

4- Cementerio de animales, de Stephen King
Por confesar una lectura inconfesable. Todos tenemos.

5- La voz a ti debida, de Pedro Salinas
En algún momento, todo lector gótico-romántico se da cuenta de que hay algo más allá.

6- El amor en los tiempos de cólera, de Gabriel García Márquez
Para mí, la mejor novela de su autor.

7- Primer amor, de Ivan Turgueniev
Mi pasaporte a Rusia.

8- Paisaje con grano de arena, de Wislawa Szymborska
La sencillez que seduce por su verdad.

9- Recuerdos del tiempo viejo, de José Zorrilla
Qué vulnerables son los grandes.

10- Yo confieso, de Jaume Cabré
La última pasión desenfrenada de mi vida como lectora.



29 de enero de 2013

Remozarse o aburrir

Amigos, de vez en cuando hay que lavarse la cara y aparentar (sólo aparentar) cierta novedad. Eso es lo que le ha pasado hoy a este sitio. He hecho limpieza (poca, soy de las que todo lo guardan) y he quitado las telarañas de algunos rincones. Hoy me dirijo a los habituales, los amigos de este Silencio nuestro. Quiero pediros que opinéis, que me digáis si echáis algo en falta, si el blog os gustaba más antes o si preferís este diseño blanco más despejado, si os gustaría que apareciera algún enlace que no veis... En fin. Lo que os plazca aportar. Este sitio siempre ha sido vuestra casa, pero hoy más que nunca. 

28 de enero de 2013

El aire que respiras: faltan 22 días


...una tormenta me retrasó al caer la tarde y llegué pasadas las nueve y media, cuando no quedaba un solo paso franco en toda la muralla. De modo que tuve que pernoctar en una de esas fondas que socorren a los viajeros rezagados a las puertas de la ciudad.
No quise cenar. Dormí, pero con un sueño inquieto. Muchas veces me asomé a la ventana para contemplar a los centinelas en su guardia nocturna. Muchas veces recordé las palabras de Robles, deseé volver sobre mis pasos, me arrepentí de estar allí. Me pregunté sin descanso si habría algún hueco para mí en aquella ciudad que ya no conocía. Al amanecer, lúcido de pronto y más cansado que nunca, decidí que sólo había un modo de comprobarlo.




27 de enero de 2013

Supermami de enero


26 de enero de 2013

El rastro de mis pasos por el mundo




El rastro que dejan nuestros pasos
en el mundo
se borra de un bufido, de un aliento.
Si el mundo le permite
diez minutos de vida
es porque no importamos
lo más mínimo.



24 de enero de 2013

11 años


Mañana va a hacer once años que soy madre. Once años que un par de horas de intensidad incomparable me cambiaron para siempre las expectativas, la escala de valores y el punto de vista con que mirar el mundo. Once años que vi surgir como de la nada un ser a quien nunca podré sentir sino como parte de mí misma, por mucho que ya me haya anunciado con total convencimiento (y razón, por supuesto) que su vida es suya. Once años que comencé a aprender de él y con él algunas de las cosas que me han hecho, sin duda alguna, mejor persona. Y también la persona que quería ser. Porque si algo tenía claro, desde muy joven, era que quería ser madre. Ignoro por qué razón. No sé si es instinto, manía o enfermedad, puedo que de todo un poco.

Las razones de la maternidad son inexplicables. ¿Dónde nace el deseo de ser madre? ¿Es una herramienta de la evolución? ¿De la supervivencia de la especie? ¿Por qué, después de tener un hijo, algunas deseamos reincidir? ¿Cómo se explica el deseo no ya de tener hijos sino de tener varios? ¿Y el tan loable -envidiable incluso, a veces-, de no tener ninguno? ¿Por qué hay mujeres que se libran de esta querencia? ¿Por qué otras, en cambio, sentimos que la maternidad es parte sustancial de nosotras mismas? ¿Y por qué es tan difícil argumentar el deseo de tener hijos, de tener diez, de no tener ninguno? ¿Por qué la maternidad tiene, a su vez, una faceta perversa, egoísta, odiosa? ¿Dónde está la frontera que separa la madre entregada del monstruo dominante? ¿Cómo podemos evitar pisar esa línea y pasar al otro lado? ¿Podemos realmente evitar convertirnos en un madre odiosa, que algún día actúe en perjuicio de su hijo?

Analítica como soy por naturaleza -tal vez también por enfermedad- no he podido evitar que la maternidad avive todas estas preguntas. Algunas guardan relación con el pasado -la maternidad es un tránsito entre el ayer y el mañana- y otras con lo que aún no ha ocurrido y puede que no ocurra jamás. Soy consciente de que algunas de esas preguntas se filtran a mis novelas. Cuando escribes, lo haces sobre todo con tus obsesiones y tus miedos, con tus manías. Mis novelas hace once años que se llenaron de madres no precisamente perfectas. Si lo pienso, veo que esas pobres son en realidad la proyección de mis terrores como madre. Aquello en lo que deseo no convertirme, contra lo que lucho, a lo que temo. La perversión de la maternidad que todas -horror- llevamos dentro. Una poderosa razón para escribir. Un gran argumento. Y eso también nació hace once años. 

* La imagen de hoy: Calculando la distancia hasta el horizonte.

23 de enero de 2013

El efecto Grey. En busca de las razones del récord



Una mujer londinense ha iniciado su proceso de divorcio alegando que su marido es un insípido.  Las sex shop de media Europa y de todo Estados Unidos han visto multiplicarse las ventas de ciertos juguetes sexuales.  En nuestro país, ya hay sexólogos que ponderan las virtudes de las terapias de pareja basadas en juegos de dominación y sumisión... Podríamos llamarlo «El efecto Grey»: las consecuencias de haber leído la trilogía que bate todos los récords de ventas, escrita por la guionista británica de casi 50 años Erika Mitchel James.
Los trillizos más vendedores de la historia de la edición —50 sombras de Grey, 50 sombras más oscuras y 50 sombras liberadas— llevan vendidos en Estados Unidos treinta millones de ejemplares. Parecía que el fenómeno se había apaciguado —todo pasa, al fin y al cabo—, pero las ventas de diciembre han vuelto a encumbrar a los tres títulos al número uno de las listas. En España ocurre lo mismo. Los libros baten récords: dos millones de ejemplares vendidos en sólo seis meses, el tiempo que hace que salieron al mercado. Su editora, Ana Liarás, es contundente al afirmar: «No hemos conocido nunca un fenómeno como este».
Ana Liarás supo de Grey a través de uno de sus scouts —ojeadores de mercados editoriales extranjeros— quien le puso sobre la pista de «una novela que estaba arrasando en Amazon aunque la había publicado una editorial australiana muy pequeñita». Le dijeron que se trataba de un libro de alto contenido erótico, pero cuando comenzó a leerlo le ocurrió lo que a la mayoría de lectores: tuvo que esperar 100 páginas para que la trama entrara en harina. Eso sí, cuando por fin lo hace descubrió «una novela más explícita de lo que aquí solían serlo las novelas románticas, que trataba el tabú de las relaciones sadomasoquistas de un modo explícito, pero no vulgar, y que apelaba directamente a las fantasías femeninas». Ana Liarás pronuncia mucho la palabra «ficción» durante nuestra entrevista. Christian Grey, el protagonista de la novela, rico, treintañero, guapísimo, dominante y triunfador, es «una ficción, pero exactamente la que las mujeres querríamos encontrar, aunque sepamos que no existe en la vida real», dice la editora. La relación de sumisión y dominación que es el eje de la relación entre Grey y la joven —y virgen— Anastasia, es una ficción más: «Los sexólogos lo dicen claramente. A menudo las mujeres tenemos fantasías sexuales para no cumplirlas. Esa es la razón de que fantaseemos con la dominación o incluso con la violación. No significa que queramos que nos violen».
La clave del éxito parece estar en la mezcla de subgéneros: novela romántica con erótica. «Que no pornográfica», especifica Ana Liarás: «Es osada pero no vulgar, no hiere sensibilidades femeninas». El caso es que sí las hiere, sólo hay que entrar en Internet para darse cuenta hasta qué punto: hay toda una corriente feminista consternadísima con el asunto Grey. «Los discursos feministas no vienen a cuento», dice su editora, «y muchas de las personas que critican los libros no los han leído. Hay que partir de la base de que la trama habla de una relación consentida. Yo he leído escenas sexuales mucho más escabrosas en thrillers que no escandalizan a nadie. O incluso en novelas eróticas que ya existían antes de Grey».
 La escabrosidad de estos tres libros es, sin duda, más que discutible. Puede que las escenas sadomasoquistas dejen sin aliento a los no iniciados, pero no son nada del otro mundo para quienes conozcan los códigos de las relaciones de sumisión. Lo que prevalece, sin duda, es el romance. El mensaje es de redención: el amor salva, cambia y redime a los protagonistas. Y la cosa, como no podía ser de otro modo, acaba en boda. Ana Liarás añade: «Como afirman muchos expertos en sadomasoquismo, el verdadero poder en esta relación es de la sumisa, que siempre tiene la sartén por el mango. Y, por supuesto, a ambos les cambia haberse conocido». Con todo, a Corín Tellado le daría un soponcio si leyera algunas de las escenas. «Ya tocaba que se renovara un poco el género, que nos atreviéramos a ir un poco más allá. Si todo este fenómeno cambia un poco las cosas y atrae más gente a las librerías, es estupendo».
Que atrae más gente a las librerías está claro. Una maravillosa noticia para el mercado editorial en su año más difícil, por cierto. Eso sí, algunos libreros esconden los libros para que nadie pueda acusarles de venderlos. Y seguro que en los hogares españoles, hay hoy muchas más señoras de mediana edad pensando cómo pedirle a sus maridos que las zurren un poco, sólo un poco, en estos tiempos aciagos. Bien pensado, no me parece en absoluto una mala consecuencia. Creo que Christian Grey, que ya ha quedado claro que no existe (snif), estaría orgulloso de nosotras.

21 de enero de 2013

El fruto prohibido


Me encanta este grabado, El fruto prohibido, de Auguste Toulmouche (1865). Me gusta esa complicidad entre mujeres a la búsqueda de libros como tesoros. Me gusta la cara de emoción de la de la izquierda, la sonrisa de la que está junto a ella, la vigilancia junto a la puerta y la figura elegante de la principal instigadora, a quien no vemos la cara, pero a quien adivinamos la cabecilla, tal vez la prima mayor, la hermana que conoce los secretos de la biblioteca. Casi podemos oír las risitas de las dos que leen, la pregunta de la otra: "¿Viene alguien?". La respuesta, en un murmullo: "No se oye nada". "Entonces, uno más y nos vamos, antes de que nos pille papá". Es puro espíritu decimonónico. Cualquiera de ellas podría ser una jovencita Emma Bovary.
El dibujo me gusta también porque me recuerda el papel que las mujeres jugaron en el siglo XIX en la invención de la novela moderna. La novela popular, diametralmente opuesta a los textos litúrgicos, educativos, morales, obligatorios que todos habían reservado para ellos. Textos que les enseñaban cómo ser buenas madres y esposas, como renunciar a todo por conseguir un marido. Por contra, prefirieron la literatura para soñar, no para ser perfectas. Novelas para ir contracorriente, para no ser lo que se esperaba de ellas, para conquistar su primera libertad.
En esa conquista tuvo su papel importante el folletín. Es decir, la novela por entregas. Si las señoritas del dibujo fueran inglesas, sin duda leerían a Dickens. Si fueran españolas, y un poco más tarde, leerían a Clarín. Si esa escena tuviera lugar en el primer tercio del siglo XIX y, pongamos por caso, en Barcelona, seguro que estarían ojeando alguna de las novelas populares que salieron de la imprenta del valenciano Mariano Cabrerizo. Fue el primero en publicar autores de moda que dejaron honda impronta entre nosotros, como Walter Scott. Uno de los primeros en comprender a sus lectores y hacerles felices, aun a costa de ser tildado de populista.
Una de esas chicas del grabado podría ser también Carlota Guillot, la protagonista de El Aire que respiras. Faltan 29 días para que exista.

19 de enero de 2013

Futuro imperfecto



"Tómese una de éstas antes de acostarse y soñará con el futuro inmediato (hasta un máximo de doce meses). Si toma dos, verá aún más allá (unos diez años). Nunca tome más de dos, no es recomendable".
Muerto de curiosidad, una noche tomé cuatro. Soñé oscuridad y silencio. Al final del sueño, me devoró una manada de perros rabiosos.
Desde entonces, no he dejado de aumentar la dosis. El destino que os espera es peor que el mío.

16 de enero de 2013

Tan lejos del mundo


Hay algo que tienen en común los archivos y las piscinas, y que sospecho es la razón por la que en ambos soy tan feliz: el mundo queda lejos, reducido apenas a un sordo murmullo. Intuyes que sigue ahí, pero cuanto tienes a tu alrededor  te protege y te aleja. Como si te hubieras sumergido en la ficción. 
En ambos lugares, el tiempo es más lento, ha dejado de tener importancia. En ambos hay personas que, como tú, encuentran sentido a todo esto. En ambos se hacen descubrimientos portentosos. Aunque sólo sea la soledad y el silencio.

Pienso pasar en ellos todo el tiempo que pueda durante la primera mitad de este 2013. He aquí uno de esos propósitos que nacen para ponerse en cuarentena.

* La imagen de hoy: Investigación en curso, recién empezada.

14 de enero de 2013

El aire que respiras: faltan 35 días


Mi admirada Elia Barceló me dice en un correo electrónico que está corrigiendo galeradas de su nueva novela, Hijos del clan rojo, que publicará Destino en marzo, y que se aburre de su propia historia. La entiendo tan bien que sus palabras me traen aquí, a esta entrada, porque yo aún no me he librado del todo de la fase de corrección de El Aire que respiras y hace semanas que estoy ya asqueada de mí misma. No creo que nadie ajeno al mundo editorial pueda imaginar la cantidad de horas de trabajo y la cantidad de energías que se van en esta última fase de la elaboración de una novela: la corrección.
Porque, amigos navegantes, una novela jamás se termina cuando pones el último punto. Amén de lecturas y relecturas (he aquí una máxima para novatos: las cacofonías, malsonancias o, directamente, erratas, son infinitas. Cuando más leas, más encontrarás *), existe una fase odiosa llamada corrección de galeradas. Es tan, tan odiosa que algunos escritores la pasan por alto. Error: ser negligente en esa fase final significa, seguro, entregar a los editores una novela de menor calidad. O llevarse un disgusto serio (conozco un caso de un colega que no se dio cuenta de que su novela se publicaba con ¡40 páginas de menos! porque no miró las galeradas que le enviaron. Es necesario, pues, mantener la guardia hasta el último segundo para que los errores de dedo, repeticiones, cacofonías, etcétera no se salgan con la suya.
Explicación para no iniciados: las galeradas son una copia en papel de la novela completa. Lo más parecido sería un juego de fotocopias de un libro, sólo que viene con marcas de imprenta y con otras mucho peores, las más veces: las marcas de los correctores editoriales. Es tan compleja mi relación con estos profesionales injustamente invisibles (casi siempre invisibles y algunas veces injustamente) del mundo del libro, que merecen que les dedique una entrada aparte. Sólo diré que las galeradas llegan al autor después de que el corrector editorial las haya visto e introducido cambios y si no es serio en su trabajo esa intervención puede causarte una enfermedad y de las graves, rayando lo mortal si eres un obseso de las correcciones, como me ocurre a mí. Por fortuna, no es el caso desde que he dado con mis cosas en Planeta. Sus profesionales, también los correctores, son magníficos.
Las galaredas son la última oportunidad. Como tal hay que tomárselas. Después de esta lectura, ya no verás más tu novela, no volverás a leerla, será de ellos, de vosotros, los lectores, no habrá posibilidad de enmienda. Lo dicho, dicho estará para siempre. Por eso hay que revisar galeradas como si te fuera la vida. Aunque te aburras de leer por decimosexta vez tus propias palabras, que ya te sabes de memoria del derecho y del revés.
Cuando salió Habitaciones cerradas me pasó algo parecido a lo que estoy experimentado ahora. Escribí la novela. La leí durante ese proceso, como es normal en mí, unas 10 veces. Luego la acabé, le di dos lecturas más. Revisé las sugerencias de mis editores, aún sin maquetar. La traduje al catalán. Encontré errores, que trasladé a la versión en castellano (y a la inversa). Leí las galeradas en castellano. Leí el texto traducido al catalán. Unas cinco veces. Leí las galeradas en catalán. Revisé las segundas pruebas en castellano. Lo propio en catalán. Revisé las correcciones de los correctores en ambos idiomas... 
Cuando la primera lectora desconocida se acercó a mí con la novela en las manos y me dijo que se había emocionado muchísimo al leerla, sonreí amablemente pero por dentro pensé: ¿Y con qué debe de haberse emocionado? ¡Si mi novela es un verdadero coñazo!


* Al respecto de las erratas, dice Elia Barceló en su mail: "A mí siempre me fascina el que, haga uno lo que haga, siempre se escapa algo. ¿Te acuerdas de aquel libro que se publicó a principios de siglo en el que orgullosamente se decía Este libro no contiene una sola rata?

13 de enero de 2013

Supermami de diciembre


12 de enero de 2013

11 de enero de 2013

Viejas costumbres



Viven aún palabras en el diccionario
que no recuerda nadie. Pero existen.
Una de ellas es trefe. Que significa enclenque,
débil, falso. Aunque nadie lo sepa,
aunque no la utilice nadie para salvar el mundo,
ni para embrutecerlo.

Palabras como trefe sobreviven
orgullosas, altivas y en silencio,
porque algunas personas aún creemos
en el poder de lo que no se nombra.
Es un milagro, pero trefe vive.
Es un milagro, pero tú también.

10 de enero de 2013


Faltan 41 días para que salga El Aire que respiras y hoy quiero celebrar esta cuenta atrás con algunas citas de libros y libreros, totalmente relacionadas con la historia.

La dicha de posseer libros supera la vanidad de ser rey.
Antoni Palau i Dulcet

El mundo es un libro abierto
para el ánimo despierto.

Quien ama los libros y tiene que vivir lejos de ellos, 
poco a poco va perdiendo su alma. 


Entre las páginas de los libros antiguos se esconden las ánimas 
de quienes los amaron, y allí conviven, en buena
compañía con el papel y la tinta, para siempre. 

Los libros tienen su destino
Terenciano Mauro


* La imagen corresponde a una hermosa edición del año 1926 que también tiene su papel en la trama: Contes de bibliòfil, recopilación de Ramon Miquel i Planas, eminente bibliófilo.

9 de enero de 2013

¡Milena Pato sueña conmigo!


La ilustración es, of course, de Dani Cruz, que se inspiró en la foto que aparece abajo y forma parte de la séptima aventura de nuestra común heroína Milena Pato, que Montena publicará a lo largo de este 2013.

8 de enero de 2013

Compraventa (Microcuento)



El piso era una ganga, además de céntrico y perfecto para nuestras necesidades. Sólo había un problema. En el balcón encontré una pareja de mediana edad. No parecían clientes.
—¿Quiénes son esos señores? —pregunté al agente del banco encargado de la sección inmobiliaria.
—Ah, ésos… No se apure, van incluidos en el precio. Son los anteriores propietarios, a quienes tuvimos que embargar la casa por impago de la hipoteca. Duermen en el balcón y se alimentan de sobras. Saben hacer de todo, son mejores que el robot multifunción que regalamos con la póliza de crédito.
—¿Y no dan problemas? —preguntó mi novia.
—Raras veces —dijo el agente, con un gesto de suficiencia—: saben que si molestan, podríamos aumentar el tipo de interés de la deuda que aún les une a nosotros.
Respiramos aliviados y cerramos la operación.

7 de enero de 2013

La tentación de Jansson no es una sopa



El 18 de abril de 2007 entré en una cafetería, pedí un café y tomé el periódico La Vanguardia, que reposaba sobre el mostrador. Leí la entrevista de la contra, donde hablaba un señor que se definía a sí mismo como "inventor de sopas" y que trabajaba para Knorr. Se llamaba Jaume Drudis ("cocinero, dedicado a la investigación y desarrollo de sopas y salsas"). Me pareció un tipo -y una ocupación- de lo más curioso. Leí lo que tenía que decirle al mundo, que era bastante y muy provechoso, como por ejemplo:

Hacer una gran sopa requiere control de detalle: un maridaje completo de todos sus ingredientes, una cocción extra, el mimo idóneo según qué hemos utilizado y extraer la espumilla y la grasa sobrantes... ¡Control del detalle!

"Más o menos lo mismo que una novela", me dije, al leer aquella declaración. Esta entrevista, que firmó Víctor Amela, me inspiró una conferencia que ofrecí poco después en Burgos, donde comparé ciertas novelas con ciertas sopas -demasiado claras y sin sustancia- y con ciertas otras -excesivamente espesas y recargadas-. Elogié el termino medio, como sopera que soy y como novelista que pretendo ser. Recuerdo que entre el público estaba la madre de un buen amigo escritor. Cuando aquella noche su hijo le preguntó cuál había sido el tema de mi charla, la mujer le dijo, ni corta ni perezosa: "Las sopas". Creo que quedó sorprendido.
    La entrevista con el señor Drudis me dio también para cierta escena de Habitaciones cerradas, entre Modesto y su hija Violeta. Cenan en un restaurante, él le cuenta a ella que Polonia es el país más sopero del mundo, porque sus habitantes toman dos platos de sopa al día, el 16 por ciento de lo que ingieren. Luego añade:

¿Y a que no dirías cómo se llama la más famosa? ¡La tentación de Jackson! Un nombre interesante, ¿verdad? No sólo para una sopa... (...) la receta lleva patatas, cebolla gratinada y arenques. (...) Ah, y se cocina en el horno.

   Todo ello eran datos recopilados de la entrevista que acabo de citar. No guardé el recorte, sino que apunté los datos en mi cuaderno, donde siempre recopilo curiosidades y citas que me llaman la atención. Ahora, al recuperar la entrevista íntegra -¡viva la hemeroteca virtual de La Vanguardia!- observo que para Drudis la sopa de tan curioso nombre no era polaca, sino finlandesa. Poco importa ya una inexactitud más, la verdad. No altera el caso. Modesto, mi personaje, es un coleccionista de curiosidades y la cuestión sopera era lo bastante curiosa como para ponerla en su boca. Y eso hice (páginas 137-138 de la 1ª edición).

   Pero he aquí que hace unos meses me escribió Karolina Jaszecka, mi traductora al polaco, para llamarme la atención sobre algo: En Polonia no existe ninguna sopa que se llame La tentación de Jackson. El párrafo en cuestión no tenía ningún sentido para los lectores polacos a quienes, precisamente, se aludía. Decidí solventar el problema y redactar de nuevo esa conversación entre Modesto y Violeta, que en Polonia saldrá en una versión ligeramente distinta a la original, por gentileza de Jackson y su tentación.

Al poco tiempo me escribió Johanna Svartström mi traductora al sueco con un problema parecido: en Suecia La tentación de Jackson no es una sopa ni nada parecido. Sin embargo, uno de sus platos más tradicionales se llama La tentación de Jansson y se prepara, precisamente, con los mismos ingredientes de la sopa que Modesto le refiere a su hija. De modo que tuve que volver a intervenir: redacté de nuevo el parrafito para los lectores suecos, utilizando parte del reelaborado texto polaco.

Conclusión: Para que todos nosotros, yo la primera, salgamos de nuestro craso error, encabezo esta entrada con una foto de la verdadera e inimitable Tentación de Jansson. No me diréis que no tiene un aspecto delicioso. Es mejor, de hecho, que no sea una sopa. Y lo cierro con la susodicha entrevista, en honor a la verdad, que también es inimitable.



6 de enero de 2013

El aire que respira Dani Cruz

ólo faltan 45 días para que salga El Aire que respiras y quiero celebrarlo revelando algunos secretos, no ya de la novela, sino del libro como objeto. Secretos como una ramita de acacia de siete hojas que a simple vista puede parecer insignificante, pero no lo es en absoluto. No lo es porque tiene mucha importancia en la trama (tanta que Editorial Planeta ha decidido incluirla en el lomo del libro) y porque es algo así como la alegoría de una bonita colaboración, ya digo sin ambages amistad, que me encanta. También es un símbolo masónico y, en la ficción de mi novela, un ex-libris, pero nada de todo eso tiene hoy demasiada importancia.

    Esa ramita es obra del ilustrador Dani Cruz, un sabadellense de pocos años e ilimitado talento a quien conocí cuando la editorial Montena le eligió para ilustrar ciertos libros míos para peques. Fue una suerte, porque Dani es de esa gente que se entusiasma con los nuevos proyectos. Fue hablarle de la posibilidad de que enriqueciera mi nuevo libro (esta vez para adultos, o para lectores de cualquier edad, que lo prefiero) y se lanzó sin pensarlo. Hizo algunos dibujos, los comentamos, me entusiasmé, comencé a desear que pudiera ser posible. Comencé a imaginar mi novela como un libro precioso, distinto. Debo decir que también en Planeta secundaron nuestro entusiasmo y aceptaron e hicieron al fin tangible la idea.



   
Así que Dani se sentó tras la mesa de dibujo (lo cual siempre es una buena noticia). Hizo algunas capitulares preciosas, como la que encabeza este post de hoy y que servirán para presentar los capítulos de la historia que se desarrollan en el siglo XIX. La hojita de acacia será un maravilloso separador de capítulos. Y aún hay más. Más sorpresas que estoy deseando acariciar en el papel.
     En los días que siguen, iré revelando algunas de las sorpresas que traerá este Aire que ya casi es tangible. Perdonadme si me pongo pesada, navegantes, es mi modo de apaciguar los nervios de este nuevo lanzamiento. Son malos tiempos para la alegría, pero permitidme que la proclame. Estoy feliz de haber escrito esta novela, estoy feliz de saber que pronto la tendré en las manos. También estoy asustada, claro, como debne de estarlo esas personas que se lanza al vacío desde no sé qué alturas inconcebibles, por muchas veces que lo hayan hecho.   
  Que no se nos pasen las ganas de saltar, navegantes.



3 de enero de 2013

Lunga Vita, eso.


2 de enero de 2013

1 de enero de 2013

Feliz año 13