Ocurren muchas cosas en diez años. Buenas y malas. Trascendentales y nimias. En la vida de un escritor que ronda los 40, los últimos diez años son acaso los más importantes de toda su carrera. Aquellos en los que debe tomar una pila de decisiones fundamentales. Elegir caminos que le alejarán de otros. Conocer gente que le acompañará en el largo viaje que supone una carrera literaria. Aprender de los tirones de orejas y de los halagos sospechosos. Hacer con el lenguaje lo que la marea hace con las piedras.
Me da miedo el mito que rodea al novelista de 40 años. Como si el que aún no ha alcanzado esa edad no tuviera nada que decir o no supiera decirlo. Si es así, ¿qué he hecho hasta hoy? ¿Y de qué vale? O como si la cuarentena fuera una vacuna contra la mediocridad, la indecisión, el titubeo literario. Espero que sea cierto: entonces me quedan sólo dos para que empiece el espectáculo. Escribo esto y pienso: ¿Qué hago aquí? ¿No debería estar escribiendo mi mejor novela?
En el fondo, nada esencial cambia nunca. Han pasado 87.000 horas desde nuestro encuentro anterior en Iria Flavia y a mí no se me ha curado la perplejidad ni el asombro. Tampoco el optimismo, ni la pasión. Soy diez años más vieja, pero siento que eso me mejora, como la barrica añade cuerpo a los vinos. Por el contrario, aún chispeo, y espero que el tiempo no me cure de eso. Sé más cosas, pero también he aprendido a no demostrarlo. Me tomo más en serio que antes e incluso me gusto más a mí misma, pero también me detesto de un modo mucho más fundamentado. Conozco cada uno de mis errores, lo cual me permite disimularlos, pero a la vez he perfeccionado alguna de mis virtudes. Creo que soy mejor ahora que la última vez que pisé la Fundación Camilo José Cela, en muchos sentidos, pero sigo preocupada por los mismos asuntos de los que llevo escribiendo desde el primer día.
Y, con sinceridad, espero que el mito de la madurez sea cierto y que lo bueno no haya hecho nada más que empezar.
La imagen de hoy tiene más de 10 años. Unos 34, buf.
1 comentario:
buf! i espelmes apagades
Molts petons, guapa
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