...no sé si sabrá usted que me casé a mis veintisiete años con mi mujer —mi costumbre— dos meses mayor que yo, que es la única que he conocido —me ha bastado— lo que me ha permitido dedicarme, además de a mi familia, a la patria, a la universal y a mi Dios desconocido. Mis relaciones de noviazgo —las más epistolares— (...) ¡duraron... quince! Y acaso de aquella correspondencia casi infantil, tomó arranque mi estilo, siempre epistolar, esto es: de hombre a hombre. A ella, mi mujer, a su inquebrantable alegría infantil —hoy a sus 68 y medio sigue tan niña— es a lo que más debo.
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