Prometí intentar escribir una sinopsis de El aire que respiras, mi nueva novela, pero debo confesar que no soy capaz. Ni siquiera lo soy cuando en la editorial me piden una sinopsis. Cuando alguien me pregunta de qué va mi novela no sé qué decir. No se me ocurre nada.
Explicar una novela que tú misma has escrito es como explicar un mundo. Algo imposible de conseguir. Una novela no se explica, se lee. No se capta del todo si no se lee, quiero decir.
Cuando comencé a pensar en ella, esta novela era otra. Contaba una anécdota que empezaba y acababa en 1869. Estuve más de tres meses investigando. Visité varias veces la Biblioteca de la Real Academia de Historia, en Madrid, donde consulté un montón de legajos que llevaban décadas sin ser leídos por nadie. Luego, unas cosas me llevaron a otras, y como si la novela impusiera su propia voluntad, comencé a recular en el tiempo. 1854, 1851, 1847, 1842, 1835... en la noche de San Jaime de 1835 me detuve. Cambié de escenario, continué investigando en la Biblioteca de Catalunya, durante semanas leí sin descanso. Pero el tiempo -horror- continuaba retrocediendo contra mi voluntad... 1828, 1814, 1808.
Has que se detuvo.
13 de febrero de 1808. Las tropas de Napoleón entran en Barcelona. Una época poco contada en la narrativa que tiene a Barcelona como escenario. En este proceso, que duró meses, como acabo de contar, la novela se transformó de arriba abajo. El episodio por el que había comenzado, el de 1869, apenas sale de refilón (tendré que recuperarlo en un futuro, porque sigo creyendo en su potencial como materia prima de una ficción) pero aquello a lo que he llegado me entusiasma.
Hace ahora un año, estaba inmersa en la investigación. La Biblioteca de Catalunya está en la calle de L'Hospital, justo detrás (si se entra por La Rambla) del Mercat de la Boqueria. Al salir, en los meses de noviembre y diciembre, de las enormes estancias góticas, echaba a andar por La Rambla iluminada. Caminaba despacio, ausente, con la cabeza en todo lo que había estado leyendo durante todo el día y que hacía referencia, precisamente, a La Rambla. Su historia, su transformación después del 25 de julio de 1835. Padecí durante semanas el síndrome del novelista obsesionado: allá donde miraba, no veía lo que en la actualidad hay en La Rambla, sino lo que hubo 200 años atrás. Fue en uno de aquellos regresos a casa, Rambla arriba, cuando se me ocurrió la primera escena de la nueva novela. Ángel Brancaleone, el protagonista, al que entonces apenas conocía, caminando tras los pasos de una mujer desde Drassanes a Canaletes. Era una excusa, una estrategia narrativa. Ese paseo me permitiría mostrar La Rambla de 1828, tan y tan distinta a la actual, y al mismo tiempo, los sentimientos de Ángel, su devoción por esa mujer a la que sigue.
La escena no es la primera de la novela, sino que está hacia la mitad, más o menos. Pero fue el origen de todo.
Y ahora, como soy muy consciente de que no os he explicado nada (lo siento, de verdad) ni he hecho nada parecido a un resumen, os dejo la sinopsis oficial, la que saldrá en la contracubierta del libro el 22 de febrero de 2013, que es la fecha oficial de publicación:
Virginia acaba de heredar el negocio familiar: la librería Palinuro. Entre el montón de ejemplares, polvo y papeles que su padre acumuló, pronto aparece la historia de Carlota Guillot y la búsqueda de un libro, escurridizo y caprichoso, que formó parte de una de las bibliotecas particulares más sibaritas de la Barcelona napoleónica. Una historia prolongada a lo largo de las décadas más convulsas del siglo XIX en que la ciudad asistió, incrédula, a su mayor transformación: el derribo de las murallas y la urbanización de su paseo más emblemático, La Rambla.
El aire que respiras es un canto de amor a los libros, pero también a la ciudad de Barcelona. Después de leer esta gran historia coral, la ciudad no volverá a ser la misma. O será –otra vez– la que dejó de ser hace 200 años.
«Quien ama los libros y tiene que vivir lejos de ellos,
poco a poco va perdiendo el alma».
* Las imágenes: Uno de los documentos consultados en la RAH de Madrid
y una de las salas de la BNC. La segunda es de Deni Olmedo.