4 de enero de 2006
La metamorfosis (microcuento)
Cuando aquella mañana Antonio Farruco se despertó de un sueño intranquilo se encontró convertido en su vecino de aparcamiento, aquel a quien siempre sorprendía abrillantando su coche, un flamante y caro último modelo. Se dio cuenta de la transformación porque desde la posición tumbada en la que se hallaba veía su pene sin ninguna dificultad, algo que no le sucedía desde varios años atrás. Su tripa prominente, fruto de una dieta muy desequilibrada y de muchas y largas horas de sedentarismo de oficina, había desaparecido casi por completo. Su pene, en cambio, había sufrido una alteración a mejor que le llenó de inquietud. Por un momento temió no saber manejarse con tan desacostumbradas dimensiones y ese pensamiento le llevó en un orden natural al flamante y caro último modelo. Lo primero que pensó fue que debería lustrarlo del mismo modo que tantas veces había visto hacer a su vecino si no quería que la suplantación fuera descubierta. La perspectiva algo sombría que apuntaba esta posibilidad se vio de inmediato compensada por la expectativa, que tantearía cuanto antes, de conducir el vehículo. De pasearse con él ante los compañeros de oficina. Mucho más turbadora era la hipótesis de acercarse con impunidad a la mujer de su vecino, una morena de porte distinguido y frialdad premeditada de cuyo culo era imposible despegar los ojos. Sus colegas se morirían de envidia. Y, lo más probable, no volverían a dejarle aislado en su cubíclo mientras murmuraban frases inaudibles, ni a pasarle la bandeja con la comida por debajo de la puerta, ni a sentir asco por su aspecto, ni... Se observó de nuevo el pene y concluyó que, aunque él no estuviera acostumbrado a aquello, lo más seguro fuera que la morena supiera cómo orientarle en esos menesteres que también la concernían. Así que, tranquilo y feliz ante un porvenir de pronto tan prometedor, dio media vuelta en la cama, se arropó con la colcha y continuó durmiendo a pierna suelta.
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1 comentario:
lindo texto.
saludos. nos leemos.
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