Os presento a una de las voces más interesantes de la última narrativa mexicana. Adrián Curiel publicó una novela en España durante los años que vivió en nuestro país, Bogavante, con la pequeña editorial independiente Brand. Es autor también de libros de relatos y novelas y ha sido antologado repetidas veces, tanto en su país como en España. Cronológicamente coincide con lo que se ha dado en llamar «el crack», pero su concepción de la literatura se aleja bastante de la del famoso colectivo.
Hoy tengo el placer de serviros esta entrevista en exclusiva con Adrián, un plato refinado y suculento. Si queréis saber más de él, en la sección «Biblioteca» de mi web. Buen provecho.
P: «El trabajo literario del joven escritor Adrián Curiel Rivera tiene como principales recursos la digresión, la reflexión y el sentido del humor. Se trata de un escritor minimalista y juguetón que se vale de las situaciones más comunes para vincular de manera riesgosa a los personajes», lo dijo Hernán Lara Zavala en la presentación de un libro tuyo. ¿Estás de acuerdo? ¿Algo que añadir?
R: Siempre me ha quedado la duda de qué quiso decir Lara Zavala con lo de “minimalista”, y no he tenido ocasión de preguntárselo. Yo me considero, al contrario, un escritor profuso, que tiende a ensamblajes y entramados más bien barrocos. Ciertamente soy digresivo, aunque intento serlo como lo era De Quincey, quien añadía a lo previsible del texto elementos de comicidad o de espanto que enriquecían el conjunto, más allá de “desviar” deliberadamente al lector del recto sendero narrativo, cosa que muchos críticos consideran un auténtico pecado. Supongo que mi propia forma de entender el mundo es digresiva, y me siento cómodo utilizando este recurso. Lo de minimalista, no sé, quizá Hernán se refería a cierta capacidad de delinear los personajes con pocos trazos. Cuando pienso en las líneas simples del minimalismo arquitectónico y las comparo —hasta donde es posible realizar esta operación— con los tormentosos recovecos de, por ejemplo, Bogavante o El Señor Amarillo, me digo: «La próxima vez que veas a Hernán pregúntale a qué se refería».
La entrevista completa, en Wan-Tun.
R: Siempre me ha quedado la duda de qué quiso decir Lara Zavala con lo de “minimalista”, y no he tenido ocasión de preguntárselo. Yo me considero, al contrario, un escritor profuso, que tiende a ensamblajes y entramados más bien barrocos. Ciertamente soy digresivo, aunque intento serlo como lo era De Quincey, quien añadía a lo previsible del texto elementos de comicidad o de espanto que enriquecían el conjunto, más allá de “desviar” deliberadamente al lector del recto sendero narrativo, cosa que muchos críticos consideran un auténtico pecado. Supongo que mi propia forma de entender el mundo es digresiva, y me siento cómodo utilizando este recurso. Lo de minimalista, no sé, quizá Hernán se refería a cierta capacidad de delinear los personajes con pocos trazos. Cuando pienso en las líneas simples del minimalismo arquitectónico y las comparo —hasta donde es posible realizar esta operación— con los tormentosos recovecos de, por ejemplo, Bogavante o El Señor Amarillo, me digo: «La próxima vez que veas a Hernán pregúntale a qué se refería».
La entrevista completa, en Wan-Tun.
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