Estamos a pocos días de la entrega de los Oscar. En 1993 consiguió la estatuilla a mejor película de habla no inglesa el largometraje de Nikita Mikhalkov Quemado por el sol, una de las mejores películas que he visto en mi vida y una de las que mejor representa la forma de vivir y sentir del pueblo ruso. La cinta retrata a los miembros de una gran familia -típicamente rusa- conviviendo durante un verano en una dacha, así como las reacciones que genera en cada uno de ellos la llegada de un antiguo amigo. Los personajes son fantásticos, no sólo porque están magistralmente trazados, también porque representan los valores enfrentados de la vieja y la nueva Rusia. Pero lo mejor es la relación, antigua y renovada, de los dos protagonistas masculinos: Dmitri y Serguei y cómo la vieja traición y el viejo enfrentamiento por la misma mujer se transforma con el tiempo en algo mucho más terrible, que lleva la película a uno de los finales más emotivos que he visto. Para los que somos chejovianos de pro, es, además, un obvio homenaje a esas obras de Chejov en las que aparentemente no ocurre nada y que tan polémicas fueron en su tiempo. Chejov con el socialismo más a flor de piel, eso sí.
Cada vez que veo Quemado por el sol y me deleito en sus escenas familiares recuerdo, por cierto, una frase de Sergio Pitol, otro rusofílico, en El viaje:
Conversar durante horas: he aquí un gran deporte ruso.
3 comentarios:
Pff, tiene que caer en mis manos como buena cinéfila que soy xDD.
No la he visto, pero creo que la buscaré...
Quemado por el sol a mí me pareció maravillosa.
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