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Ahora, González Ledesma, a punto de cumplir 80 años (os prometo que si me hubiérais preguntado no le habría echado más de 65) publica sus memorias. Se titulan Historia de mis calles, y son una estupenda crónica de su periplo tanto personal como literario. Las leo con gusto, como todo lo suyo, pero lo que justifica este comentario no es esa obviedad, sino un episodio de esas memorias que me ha llenado de emoción. Cuenta González Ledesma que hizo las milicias universitarias en Ronda en el año 1949. Justo el mismo año en que mi padre, Antonio Santos, las hacía en el mismo lugar. Sonreía al leer que los andaluces, entre los que estaba mi padre (claro) y también mi tío, eran un poco desastrados en Ronda. Recordaba lo que siempre contó mi padre de las letrinas del campamento, un lugar infecto que, como bien dice González Ledesma, te permitían ver cagar a los que serían los grandes hombres de pocos años después. En sus memorias, el autor no habla de mi padre. Sin embargo, habla de Felipe Garrido, diciendo que con los años llegó a ser uno de los directores de Paradores Nacionales. En efecto. Garrido era íntimo de mi padre. Se conocían, claro, de las milicias universitarias en Ronda. Esa amistad fue la secreta razón por la que parte de mi infancia y adolescencia transcurriera en Paradores Nacionales. Felipe Garrido murió poco después que mi padre. De él guardo un recuerdo entrañable y curioso. Una vez, en su casa de Barcelona -tenía varios pisos en diversas ciudades de España-, enterado ya de mi temprana vocación literaria, me regaló la primera máquina de escribir eléctrica que he tenido. Era un cacharro impresionante, grande como una máquina de millón, con la que escribí algunos de mis primeros cuentos. La seguí utilizando hasta que un mal día se le rompió la A. Ante tamaña mutilación, tuve que prescindir de ella. Aunque no me atreví a tirarla. Debe de estar aún en alguno de esos armarios enormes de casa de mi madre.
He llamado a González Ledesma antes de escribir esta nota. Quería contarle las extrañas emociones que me ha despertado la lectura de esa parte de sus memorias. Me ha gustado volver a oírle. Hacía tiempo que no hablábamos. «Gracias por tu cariño», me ha dicho, poco antes de colgar.
Pocas cosas son tan fáciles como querer a determinadas personas, añado ahora.
4 comentarios:
Hermosísimo texto. Dan ganas inmediatas de leeros a los dos, a González Ledesma y a ti.
Bonita historia.
Javier A.
Estoy de acuerdo con ellos...
Gracias, preciosos. Habrá más, pronto.
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