11 de diciembre de 2005

El orden alfabético

El orden alfabético de mi biblioteca lleva a extraños matrimonios. Avellaneda, el de "el otro" Quijote, está custodiado por Paul Auster, padre ilegítimo de tantos, y Christine Aventin, una niña londinense que a sus 16 años publicó una novela de bajos fondos cargada de sexo y drogas. Si en el próximo expurgo prescindo de Aventin, quedaría Avellaneda emparejado con Francisco Ayala. Esa casualidad sería más satisactoria, también para ellos.

2 comentarios:

cristian dijo...

Je, tengo a Vila-Matas perdido muy, muy cerca de Robert Walser. Les-los acercaré. Así, cuando paseen por la noche, podrán hacerlo juntos.

¿Sabes Care? El otro día, al despertarme, casi atrapo a un autor regresando a la foto de su libro.
¿Te comenté el caso de aquella familia de Bélgica? Confundieron los invisibles movimientos de Pynchon y Sallinger con poltergeists.
HG Wells, riéndose, tranquilizó a los belgas antes de que llamaran a la tele.
Igualmente llamaron, supongo que por tener ya el brazo extendido, y explicaron todo. No les tomaron en serio.
Por eso estoy a ver si pillo a uno, porque yo sí les creo.

kuulaluna dijo...

Care, aprecio ese orden tan sartriano de tu biblioteca, pero no me parece nada prudente emparentar, y menos aún matrimoniar a los autores por el hecho de que algo tan prosaico como nuestro alfabeto los empareje. A la pobre María Zambrano a lo peor le podría tocar maridazgo con Zorrilla... Por lo menos habría que tener algo de Zamacois a mano, digo yo, para que se sintiera más a gusto. Un consejo: reestructura tu biblioteca y junta a los autores por afinidades: también a ti te resultaría más cómodo consultar sus libros, si lo quieres hacer según tu estado de ánimo. En cualquier caso, gracias por ser siempre tan original en tus propuestas.