3 de diciembre de 2005

Redecora tu vida (microcuento para el inicio de la campaña navideña)

Se conocieron, se gustaron y se empeñaron en cumplir su sueño: pasar las tardes en Ikea, agarraditos de la mano. Skub, Karlanda. Tomelilla… Qué ensoñaciones despertaban todas aquellas palabras. Gracias a ellas su convivencia futura empezaba a existir. Ni siquiera la impronunciable sección de ropa de cama les hacía bajar de su nube: Skogsklocka. Strandfrane. Praktnejlika. Brunkrissla... Deseosos de formalizar su relación, eligieron el edredón Karleksort, que tan bien se ajustaba a la cama Tromsnes, de dimensiones extraordinarias como su deseo. Qué felicidad descubrir las mesillas Visdalen, tan emparentadas con la cómoda Hopen, a la que sólo bastó añadir el ropero adaptable Pax nexus para sentir que su pasión estaba amueblada con lo indispensable. Decidieron tener un bebé a quien comprarle la trona Blanes, la cuna Gulliver, las sábanas combinadas Sniglar y el alce de peluche Djungelorm.
Para el pisito que le puso muy pronto a su amante, él eligió un estilo aún más sobrio que el que reinaba en su hogar, en parte obligado por las circunstancias, pero también por la evolución que el paso del tiempo obró en sus gustos. Consideró que la mesa Kronvik y la cama Robin eran perfectas. Su legítima, mientras tanto, se debatía en una duda atroz: literas Hemnes o dos camas individuales Bangsund: qué sustituiría mejor al tálamo de dimensiones extraordinarias. Tras el divorcio, él se llevó la cama Tromsnes y ella finalmente se decidió por el sofá cama Licksele, para el cual, por cierto, fue una suerte encontrar otro edredón Karleksort (disponible en varios tamaños).
Desde que sueñan con otras vidas, se encuentran a menudo en Ikea. Incluso las que caben en cincuenta metros cuadrados les parecen mejores que las suyas. A veces coinciden en medio del laberinto de cosas, codiciando un taburete de almacenamiento o ponderando un colador. A veces van juntos al restaurante a tomar galletas duras de chocolate o albóndigas de arenque. Se entretienen poco: los dos tienen siempre mucha prisa. Nunca compran nada. Por lo menos, se ahorran la cola frente a las cajas.

1 comentario:

darkverzight dijo...

Soñar...siempre soñamos....aunque a veces nos olvidemos de vivir.
Me ha encantado el cuento.
Muchos besos,