5 de diciembre de 2005

De La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq (Alfaguara, 2005)

Aumentar los deseos hasta lo insoportable y a la vez hacer que satisfacerlos resulte cada vez más difícil: ése es el principio único en el que se basa la sociedad occidental.

2 comentarios:

darkverzight dijo...

Rezumamos consumismo por cada poro de nuestra piel... Lo queremos todo aquí y ahora.
Pero también es cierto que muchas veces lo que realmente anhelamos no se puede pagar con dinero... (tópico pero cierto)

Anónimo dijo...

Puede llegar a mosquear mucho su lectura. Es una crítica absolutamente corrosiva a los anodinos y a la vez deshumanizados tiempos que hoy corren (y "se corren") en nuestras sociedades uniformantes de progreso (consumo, tecnología) y democracia (igualitarismo sin espíritu y antiespíritu). Directamente y del modo más descarnado y explícito entra en el corazón y las tripas del tú a tú de las relaciones humanas, muy especialmente con el obsesivo tema del sexo. Su expresión escrita (esto es lo que más puede "joder" a "diestro y siniestro") es un más de lo mismo de la degradación en la que vivimos. No sé hasta qué punto es necesario contarlo así, pero lo que es cierto es que, consigue el autor más fácilmente provocar un desasosiego en el lector que le induzca definitivamente a una instrospección interior que le lleve a tomar una solución de espíritu vital que le saque, aunque sea desde el humorístico escepticismo, del podrido purgatorio en el que le sumerge la trama de la novela, que es la trama de una realidad que ya está acechando "zombiemente" sobre cada uno de nosotros.

La "urdimbre" continua de las sintaxis es siempre muy ligera y dinámica: se bebe sin ningún esfuerzo. Hay mucha inteligencia ahí a la hora de saber conectar "lectoramente". Otra cosa es, lo que se pueda desprender de sus continuas invitaciones a filosofar desde las paradojas y los silogismos puros que nos propone. Allá cada cual con su filosófica lectura. Creo que ni el propio autor lo tiene claro, pero sí se deja arrastrar por el hilo conductor de una idea fija, de principio a final, que nos viene a decir que la especie humana ("Homo Sapiens sapiens") en cuanto tal no tiene ningún futuro en sí misma, pero que también en cuanto tal puede dejar el camino preparado para abrirle defnitivamente la puerta un día a una nueva especie superior (Los Futuros) atravesando el tránsito (redundancia) de un intermedio (más redundancia) de una especie-puente (los Neohumanos) que intentarán reflexionar y entender a aquel "homo" que dejaron atrás desde la casi ausencia del dolor pero también desde el gris-limbo más espeso. Acaso esos futuros "Futuros" puedan ser los únicos seres capaces (¿en la Tierra?) de partir a la aventura desde la estrella más brillante del olvido y de la inocencia; acaso como en la idea nietzscheana del Superhombre, es decir: "de cómo el hombre se hizo camello, de cómo el camello león, y el león Niño". Mientras tanto en el esqueleto y el corazón de la novela se dará constantemente una reivindicación de la memoria. Claro está, con la excusa de ofrecérnosla con un formato necesariamente de ciencia-ficción. Ciencia-ficción que en sí misma en este caso va a jugar a proponernos, todo lo piruística y estrafalariamente que se quiera, la necesidad de un advenimento-movimiento religioso que lance apasionadamente a la Ciencia hasta las últimas consecuencias en las expectativas de nuestra especie (véase la idiota Inmortalidad, tan feliz como sexual)porque la Ciencia ya estaba ahí (y está aquí hoy con nosotros) para deslumbrar dogmáticamente con su "magia". El fenómeno tecnológico-comunicacional, al igual que en la red-global de hoy, va a ser la herramienta principal con la que el autor va a mover su trama de personajes y cosas. Clones (especialmente Daniel-25) del protagonista (Daniel-1) van a ser los encargados de mantener a flote su memoria fundamental-fundacional, la que habrá de avanzar hacia el desencanto futurista final.

Podemos hablar a lo largo de toda la obra, de paisajes puntuales de pensamiento de fondo romántico (pensamiento que osa sentir, "amor, por ejemplo"), que incluso cuando no aparecen, sí están latentes ahí para mostrar un tono, un tono de ironía y cinismo, que seguirá descarnando patéticamente las cosas. Esta consideración mía, quizás sea el enganche definitivo que hace que la obra pretenda contener una belleza constantemente implícita, para que merezca la pena llegar hasta el final. Este, también puede ser el enganche que anodade e hipnotice todavía más a los que sólo se van a quedar con una lectura superficial, con ese mero ejercicio descarnado de la expresión de Houellebecq; y pienso en las manos-ojos de una gran masa de jóvenes a los que esta novela pudiera llegar.

Sin más comentarios. Y sin apología de la censura por mi parte, faltaría más.

Sí, un último: Houellebecq es una autor importante para mí, y espero que para más de uno. El problema es que llegue a ser más famoso de la cuenta, y mucho peor, que cree escuela. Debería abandonar Houellebecq la línea de sus últimas obras. Ya ha dicho,en este sentido, todo loque tenía que decir; yo personalmente no quiero más en ese plan, y algo me dice que él debe estar ya cansado. Que pruebe con el ensayo, que le dé alas a su pensamiento, que lo "ficcionee y lo cienciee" todo lo que quiera, pero que abandone lo que él ya sabe. Podría hacerse grande de verdad, de lo contrario, puede ser que la mierda le espere al final y acabe con él, y con más de uno que lo sube al pedestal.